Pecados capitales

Soy una persona con muchos, muchos defectos: al contrario de los que la mayoría de mis amigos cree (que mi nivel de maldad es igual al del pan Bimbo), puedo ser muy, muy cruel. Una vez que una persona me decepciona, puede darse por muerta (para mí). Si tiene suerte, sólo acabará con su reputación por los suelos (y como me dio las armas, ni siquiera podrá quejarse que lo calumnié o acusé en falso)...si me siento malvada, pues que se cuide de los callejones oscuros, de los rincones poco concurridos o demasiado concurridos, porque mis esbirros la alcanzarán y la harán tajaditas.
El caso es que puedo ser más mala de lo que parezco tras mis ojos coquetos (señora mía, seguro usted entiende eso). Siendo así, lógicamente mis pecados son muy frecuentes. Los más recientes, es decir, de hoy, serían Ira y Gula.
Me guardo el cuento de la Ira, y pasaré directamente a la Gula. Segundo domingo de comilona-cena en casa: Víctor vs. Lili nuevamente, aunque ahora con los platos invertidos. Estos muchachos se toman demasiado en serio la competencia, realmente.
El menú de hoy consistía en Strogonoff de pollo con Tallarín Alfredo, Tiramisú y, de aperitivo, caipiroska o algo así (según mi hermana es unt raguito ruso, porque tiene vodka, pero no me lo tome muy en serio). A pesar de que todos esos platos son de por sí es bastante pesados, y mezclados mucho más, no me hubiera quejado mucho si no fuera porque antes de comer todo eso me metí entre pecho y espalda un vaso grande de helado con chispas de chocolate.
Tóxico, ¿no?
Si mis lecciones de religión y esas cosas están correctas, podría decirse que pequé de gula, pero valió completamente la pena. Pecadora a mucha honra.
Siguiente round en la Batalla de los Chefs: Pablo vs. Víctor. Veálos el siguiente domingo!