domingo, 13 de marzo de 2011

En verdad, verdad os digo que no estaba muerta, sólo dormía...

No es una explicación muy exacta, pero es la mejor que se me ocurre. Mi tía me hizo el gran, gran favor de enviarme un disco duro para mi Paquita suicidada. No es exactamente nuevo, y es igual en capacidad al anterior (60 GB...y pensar que, en algún momento, me pareció que era un espacio casi infinito), pero es mío y, después de poco más de un mes inactiva, mi pequeña señora mayor volvió a arrancar y mostrarme en su pantalla algo que no fuera el logo de TOSHIBA porque no iba más allá de eso.
Mi información sigue perdida, y estará así hasta que encuentre la manera de recuperarla (o se la mande a mi tía para que lo haga, que no sería mala idea, si no fuera por la cantidad de música que tengo guardada. Pasar 15 GB no es chankaka). Mi música se puede recuperar, al menos en parte y eso es un gran consuelo, aunque hay discos que probablemente no vuelva a ver. Lo que me duele son mis fotos y la música que yo escribí, por no mencionar mi tesis y eso (un año y medio de trabajo...al cuerno). Ya recuperé la mayor parte de mis libros, aunque no todos, otra vez, hay libros que tal vez no vuelva a ver (al menos hasta que recuerde todos los que tenía ahí).
De todas formas, peor es nada. La independencia informática es muy dulce, aunque el disco duro esté vacío (se puede llenar, caray). Esto e casi como tener una computadora nueva...sólo algo lenta.
Lo verdaderamente importante es que aprendí una valiosa lección: tener una copia de absoutamente TODO en un disco duro externo, nunca se sabe cuando el disco duro interno va a suicidarse.

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