martes, 15 de marzo de 2011

Entre ayer y hoy

Ayer quería poner algo que se me salió para mí misma mientras leía un libro, pero cuando me conecté me encontré con una mala, mala noticia sobre le perrito de mi querida amiga Marce...y pues me deprimí, como que no era el momento de hacer chistes. Lo que pasó me dejó pensando acerca de cuánto tiempo me queda con mi perro.
Lo tengo desde que era un cachorrito de 2 meses, se supone que era un regalo para mi mamá, y aunque ella ama a los perros (es una mis aliadas en mi lucha por impedir que mi papá se deshaga de ellos) no tenía mucho tiempo apra mimarlo, en especial con mi un bebé en camino. El caso es que la más preocupada por Rulito soy yo, la que se preocupaba de darle de comer, llevarlo al veterinario, defenderlo de mi familia y de los perros vecinos, rascarle la cabecita y todas esas cosas que necesitan los perros. Tal vez sea un malcriado (la única señal que entendía era que si yo palmeaba mis piernas el tenía que parase en dos patitas...ya no hace eso, está muy viejito) y tenga muy malas mañas, pero es mío y lo quiero.
Está a unos meses de cumplir los 14 años, una edad respetable para cualquier perro y me aterra pensar que, teniendo en cuenta el promedio de vida de una perro, tal vez ya no viva mucho más. Es una idea demasiado deprimente.

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