jueves, 29 de julio de 2010

Retomando

Hace muchos, muchísimos años (alrededor de 6, tal vez menos), y atravesando una etapa de depresión, se me ocurrió que bordaría un cuadro en punto cruz. No crean, bordar EN PUNTO CRUZ (debo ser específica, porque odio cualquier otro punto) me encanta aunque sea increíblemente moroso y yo tenga tan mala vista que siempre me salte algún punto y tenga que estar inventando como rellenar mis errores.
El caso es que en esa ocasión elegí bordar un cuadro que tenía una princesa, un unicornio, un bosque y un castillo. Mi mamá, que siempre me fomentará cualquier cosa que tenga que ver con el punto cruz, me ayudó a comprar los hilos (Anchor originales y no las mechillas chinas que llegan acá y se destiñen en dos patadas), me dio la tela (la panamá de cuadraditos perfectos, no rectángulos horribles que deforman el diseño), las agujas (sin punta, especiales para el punto cruz), y me dejó a mi buen aire para que bordara.
Estuve meses y meses con mi cuadro, y avancé mucho pero (como siempre digo, siempre hay un pero) no logré terminarlo por un pequeño factor llamado Universidad. Por lo que fuera, mi hermoso cuadro se quedó bien guardado en mi cajita de mechillas por mucho tiempo.
Hace dos días se me ocurrió abrir la boca y decir que, ya que no hago nada (como todos se encargan graciosamente de recordarme a cada paso que doy), bien podría terminar mi cuadro. No conté con que mi mamá me tomaría la palabra y me sacaría de mi alegre descanso para llevarme a bordar.
Al final que no es tan malo: paso buena parte de la tarde sentada con mi mamá charlando de todos y de nada mientras cada quién sigue su diseño. El punto de cruz tiene algo de raro que cuando empiezo no puedo soltarlo hasta terminarlo (al menos, la partecita que elegí hacer) así que no tengo problemas con avanzar, mi único lío es que acabo acalambrada (quién lo diría...).
Ando aburrida, así que les dejo una fotito del estado de mi hermoso cuadro (al menos hasta ayer).

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