lunes, 5 de enero de 2009

Viajando a Nunca Jamás

Ya sé, el título de esta entrada parece una copia del título del blog, es decir, es una redundancia en toda la regla, pero no se me ocurría nada más. A ver, explico. Hace dos días fuimos con mi sufrido novio a comprar regalos de cumpleaños para mi hermanita, y de paso cayó en uno de sus trances de "compro muchas muchas pelis", así que me aproveché vilmente de la situación y "Peter Pan" quedó entre las elegidas (juas juas).
No, no estoy hablando del Peter Pan de dibujos animados de Disney, cuando era chiquita me gustaba, pero ahora me para los cabellos (y no digamos la segunda parte, que las partes que ví me parecieron nefastas), sino de esa peli tan preciosa que sacaron el 2003, dirigida por P.J. Hogan.

Y ya que hoy no había nada que hacer, pues nos mandamos la peli con mi sufrido novio. El pobre se dormía y se perdió la mitad del alboroto, y yo que la he visto como 6 veces antes (aunque siempre doblada, gracias Disney Channel...) no despegué los ojos de la pantalla. Es que esta peli me encanta, me encanta, me encanta (quedó claro que me encanta?).
Sólo leí uno de los libros de Peter Pan (acabo de enterarme que son 3), el que tiene la historia que todos conocemos: Peter que se lleva a Wendy y sus leales patiños conocidos como hermanos, y un montón de alborotos en Nunca Jamás que implican al amargado del Capitán Garfio y un gran cocodrilo con ganas de tragarse al Capitán. La versión de Disney hace la historia demasiado simplista, supongo que por eso esta me gusta más. Aparte que se mandaron un decorado y unos efectos inigualables y preciosos.
Hay un algo en esta peli que se me hace muy conmovedor, como que siempre acabo en las misma parte (cuando Peter sale volando después de que Wendy le dé su beso escondido) que hace que los ojos se me llenen de lagrimitas sentimentales, sonría como lela y se me antoje saltar dejar mi ventana abierta aunque me congele por si aparece Peter a invitarme a volar (vamos, ya sé que estoy grandecita para esas cosas, pero no puedo evitarlo...).
DEfinitivamente necesito dos cosas: La música de la película (que es preciosa, por cierto) y un buen pisicólogo (y sí, escribí PISIcólogo a propósito) para que me quite el Síndrome de Peter Pan de la lista de mis neurosis.

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